Adriana Barión, profesora de educación física argentina radicada en Alemania, vivió en primera persona durante 49 días la apasionante travesía de cruzar el Ecuador en velero de Lanzarote a Punta del Este
Después de recibirse en su Córdoba natal, «Coqui» Barión tenía el deseo de viajar a Alemania e instalarse en Colonia para perfeccionarse en lo suyo. Así empezó su vida de inmigrante. Dejó Argentina para experimentar en tierras alemanas, pero el destino tenía reservado para ella un camino muy especial.
Trabajó en el área pedagógica de la educación con chicos con problemas de conducta, se casó con un argentino que conoció allá y viajó a España para empezar de cero en Tenerife con su marido. Sin embargo, después de separarse decidió volver a Alemania, donde vive y trabaja actualmente.
Por esas cosas de la vida y los lazos que a veces se generan de casualidad en las redes sociales, «Coqui» se enganchó con una idea que al principio parecía muy loca y que, poco a poco, se fue convirtiendo en realidad. Un amigo le comentó por chat que soñaba con cruzar el Ecuador en su velero desde España hasta Uruguay y, en una de esas tantas charlas, le propuso sumarse a la travesía.
Como aventurera de raza, la «profe» cordobesa aceptó el desafío y se animó a volver a la Argentina en velero integrando una tripulación con desconocidos de diferentes nacionalidades.
Desde Alemania, donde volvió a instalarse después de cruzar las aguas del Atlántico, «Coqui» Barión contó los detalles de esa movilizante experiencia atravesando el océano y narró sus vivencias de inmigrante en Un Lugar en el Mundo por Radio Brisas con un mensaje inspirador.
– ¿Cómo empieza tu vínculo con esta idea de sumarte a un grupo como navegante de un velero que se va de Europa a la Argentina cruzando el Atlántico?
– Fue muy loco porque no lo tenía pensado. En ese momento, dejé el departamento y mi trabajo y decidí volver a Argentina. No tenía nada que ver con el velero. Un amigo me contó por Facebook que iba a cruzar el Atlántico con un amigo belga. Me puse en contacto con él, comenzamos a chatear por Facebook y Skype. En un momento, me preguntó si quería ir y yo decidí intentarlo. Le dije ´si´en todos los idiomas. Nunca había navegado mucho tiempo, pero tenía experiencia en montaña. Él me dijo que era algo similar.
– ¿Qué sentiste cuando te lanzaste a esta aventura? ¿Crees que fuiste un poco inconsciente?
– Inconsciente, no. Alocada, sí, como soy yo. Si tengo una idea, la intento. No me quedo con las ganas. No conocía a nadie del velero, pero decidí intentarlo. Pensé que eran 10 días desde Lanzarote a Cabo Verde y que podría aguantar. Tenía miedo de marearme, pero lo intenté.
– Cuando te subiste al velero, ¿sabías que podías llegar hasta Uruguay?
– Mi meta era llegar hasta Argentina o Uruguay. Si me sentía mal, pensaba bajarme en Cabo Verde. Pero, después de los primeros días, me adapté y decidí continuar.
– ¿Cómo fueron esos primeros días en el velero?
– Me encantó desde el principio. Me costó dormir los primeros días por el movimiento del velero. Una noche, vi una luz muy fuerte y no sabía si era un barco, así que desperté al capitán. Resultó ser un lucero. Después de eso, me relajé y disfruté más.
– ¿Cómo fue tu adaptación a la vida en el velero?
– Fue una paz increíble. Disfrutaba de los amaneceres y atardeceres. No tenía nada que hacer más que vivir, navegar y pasarla bien. Nunca me aburrí. Llevé un libro, pero ni lo leí.
– ¿Hubo algún momento difícil durante la travesía?
– Sí, unos días antes de llegar a Salvador de Bahía, hacía mucho calor y había poco viento. Un compañero cambió el rumbo para hacer el velero más rápido, pero en otra dirección. El capitán se enojó mucho cuando se enteró. Fue una situación tensa, pero la superamos y llegamos a tiempo para Navidad como estaba previsto.
– ¿Qué sentiste al llegar a Uruguay?
– Fue una felicidad parecida a cuando uno llega a la cumbre de una montaña. Sabía que había cumplido una etapa, pero que aún quedaba camino por recorrer. Los compañeros se habían bajado en Brasil, y tuve que encontrar a otro navegante para seguir con el capitán hasta Uruguay.
– ¿Qué pasó después de la travesía?
– Volví a Argentina, pero no conseguí trabajo suficiente para mantener mi hipoteca. Me sentí un poco extraña en Argentina, después de haber vivido tantos años en Alemania y Tenerife. No conseguí trabajo en el colegio donde había trabajado antes, lo cual fue frustrante.
– ¿Por qué decidiste volver a Alemania?
– En Alemania, conseguí trabajo rápidamente y sabía que tendría estabilidad económica. Ahora trabajo en un jardín de infantes cerca de mi casa, aplicando mis conocimientos en educación física y problemas de aprendizaje. Estoy muy contenta con mi vida aquí.
– ¿Qué le dirías a aquellas personas que están pensando que pueden hacer alguna travesía semejante, ya sea embarcándose o subiendo una montaña?
– Les diría que siempre vale la pena intentarlo. En definitiva, cualquier experiencia siempre te deja algo. Hay una frase que yo sigo mucho: “Creer es crear”. Si tenés un sueño o una idea que te apasiona, es fundamental perseguirla con determinación. Si se te cruza un objetivo en la mente y tu deseo es realizarlo, poné todos los medios a tu disposición para hacerlo realidad. Después de intentarlo, podés reflexionar sobre lo que salió bien y lo que no, pero siempre serán experiencias valiosas. Algunas pueden ser más positivas y otras menos, pero todas aportan aprendizajes significativos. No te quedes con las ganas ni te arrepientas de no haberlo intentado. Las dudas y los “qué hubiera pasado si…” no llevan a nada.
Fuente: Info Brisas