El mar de Aral era una de ellas, y así Moynaq se convirtió en su única ciudad portuaria, donde la actividad económica generada por la pesca y el comercio le permitió prosperar.
Hasta que el destino de Moynaq se torció durante los años cincuenta y sesenta, cuando los planes de irrigación de la Unión Soviética desviaron el cauce de dos ríos tributarios del mar de Aral. El objetivo era convertir el desierto uzbeko en plantaciones de algodón para su exportación mundial.
Pero lo que sucedió, fue que la grave alteración del ecosistema acabó que con el futuro de Moynaq. Las aguas se contaminaron fruto de los procesos químicos y fertilizantes y pesticidas implicados en el regadío del algodón, y la anulación de los cursos tradicionales de los ríos comenzó a erosionar el espacio del Aral.
Década a década, el mar retrocedía, y con él la esperanza de los habitantes de Moynaq.
Hoy el mar de Aral está prácticamente extinto.
Un muy pintoresco espacio ha dejado al descubierto la importante flota pesquera de Uzbekistán, abandonada a su suerte.
Desde que el mar se evaporara , Moynaq es la ciudad de los barcos fantasma encallados, un lugar donde el agua es tan inexistente como frecuentes son las tormentas de arena. Un desierto de barcos oxidados.
Fuente:Nauti Sports