Santísima Trinidad

En 1987, una empresa propuso recuperar los restos de este navío, conocido como el ‘Escorial de los mares’ por Benito Pérez Galdós

El ‘Santísima Trinidad’, buque insignia de la marina rojigualda a finales del siglo XVIII y principios del XIX, no combatió su última batalla frente a cientos de cañones británicos en Trafalgar. El ‘Escorial de los mares’, como lo denominó Benito Pérez Galdós, se debate todavía a sangre y fuego bajo las aguas cercanas a Gibraltar, donde aguarda paciente que alguien lo rescate del olvido al que está sometido desde 1805. Colosal, pesadilla inglesa, cancerbero de la gloria española arrebatada por un almirante galo de medio pelo, lo que queda de él mira hoy de soslayo al ‘Victory’, la montura del almirante Horatio Nelson que terminó transformada en museo marítimo en Gran Bretaña. Porque sí, los hay con suerte.

Pero que no se ponga nervioso el ‘Escorial de los mares’, porque todavía existen entidades que permanecen vigilantes para que vuelva con nosotros; la última, la Universidad de Cádiz. La entidad confirmó en 2009 que pretendía reflotar el navío y exponer sus restos en los astilleros locales. Aunque, por el momento, el proyecto permanece en dique seco, y perdonen el juego de palabras. Lo que ha pasado de puntillas por los medios de comunicación es que, allá por 1987, un grupo italiano propuso rescatar el ‘Santísima Trinidad’ del fondo de las aguas y solicitó para ello nada menos que un contrato de 120 millones de pesetas. Casi nada.

Rescatar al coloso

ABC ofreció a esta curiosa noticia una doble página, hueco privilegiado para el coloso comandado por Francisco Javier de Uriarte y Borja y en el que sentaba sus reales el jefe de escuadra Baltasar Hidalgo de Cisneros aquel infausto 21 de octubre. «El portavoz de la cooperativa anglo-italiana ‘Aquarius’, Claudio Bonifacio, que ha presentado a la junta de Andalucía un proyecto de prospección arqueológica submarina y que abarca desde Tarifa hasta Punta Umbría, ha declarado a ABC que cree posible rescatar el ‘Santísima Trinidad’, que permanece hundido a una milla de la costa de Zahára desde la batalla de Trafalgar». El objetivo no era otro que reflotarlo y que descansara para siempre en el Museo de Cádiz.

Bonifacio se mostró optimista. Estaba convencido de que el ‘Santísima Trinidad’ podría estar «casi entero» en el fondo del mar, sobre todo «si este es arenoso en la zona de su hundimiento». Argumentaba además que la caoba, columna vertebral del navío, «es la madera más resistente a la acción de los elementos», un seguro de su resistencia. Aunque también admitió que el peso de los 120 cañones del navío de línea –entre los mejor artillados de la época– podrían haberle producido grandes daños, lo mismo que las mil y un andanadas que sufrió en la batalla de Trafalgar al batirse contra siete enemigos a la vez. «Uno de mis mayores anhelos es verlo a flote de nuevo», sentenció.

Pero la clave no era reflotar los restos, el más sencillo de los trabajos de Hércules, sino analizar el pecio y determinar su estado de conservación. Así lo narró ABC: «Para tratar de conocer lo que realmente existe en el fondo de nuestros mares […] han propuesto a la Junta de Andalucía el levantamiento de una Carta Arqueológica Submarina del litoral de Huelva y Cádiz, desde Tarifa hasta Punta Umbría, hasta unos 30 kilómetros de la costa y llegando a los doscientos metros de profundidad». Para ello, esgrimía, harían falta cinco años. Aunque Bonifacio insistió en que ellos no venderían ni una sola pieza rescatada de las aguas. ¿Qué obtenían, entonces? El compromiso de ser contratados para llevar a cabo las labores arqueológicas:

«Podemos preparar hasta tres barcos con todo tipo de aparatos electrónicos, financiados con capital propio. Tenemos medios técnicos que sólo poseen en el mundo las Marinas de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia. Nosotros podemos saber lo que hay en el fondo del mar con un tamaño de hasta, tres centímetros cuadrados y su naturaleza (si es oro, plata, madera…). Nuestros medios nos permiten ‘ver’ hasta 10-15 metros por debajo del fondo del mar, dependiendo de su constitución (si es roca, arena o fango)».

Muerto y enterrado

El ‘Santísima Trinidad’, botado en 1769, se convirtió a la velocidad del rayo en el orgullo de la Marina por sus excelsas dimensiones: 59,5 metros de eslora, 52,7 de quilla, 16,6 de manga, unos 120 cañones y, tras una transformación exprés, cuatro cubiertas. Fue el más grande de su época; un gigante. No mentía el portavoz de ‘Aquarius’ al afirmar que había sido fabricado mediante los mejores materiales que aquel renqueante Imperio español podía permitirse: caoba, júcaro y caguairán. Aunque, de puertas para adentro, se convirtió en un verdadero quebradero de cabeza por las continuas reparaciones y actualizaciones a las que fue sometido en los años posteriores.

Aquel día de 1987, ABC recopiló sus últimas batallas antes del desastre final. «Nelson estuvo a punto de capturarlo en 1797, en la batalla del Cabo San Vicente, pero no lo consiguió, aunque le infligió daños enormes que tuvieron que ser reparados en el arsenal gaditano de La Carraca». Desde 1803 estuvo allí fondeado, cual batería flotante, para defender la ciudad de posibles ataques ingleses. Así hasta que, a mediados de octubre de 1805, zarpó como buque insignia de la escuadra franco-española dirigida por Pierre-Charles-Jean-Baptiste-Silvestre de Villeneuve. El resultado fue el sabido: una maniobra desastrosa del galo permitió a Horatio Nelson cortar la línea aliada y dio al traste con la batalla.

«Rodeado por cinco navíos ingleses que en conjunto sumaban casi cuatrocientos cañones, fue asaltado cuando ya carecía de capacidad defensiva, más de la mitad de su dotación (1.200 hombres) estaba muerta o herida, su artillería había quedado desmantelada y sufría una fuerte escora a babor por no funcionar las bombas de achique. Tras una lucha cuerpo a cuerpo de su tripulación contra los ingleses, el navio fue rendido al caer la tarde».

Desarbolado, con la mayoría de sus marinos muertos o contusos, y su oficial en la enfermería. Así acabó el ‘Santísima Trinidad’. Según el parte oficial fue a las cuatro de la tarde, pero la mayor parte de los historiadores consideran que a las cinco. Fue la última batalla del coloso de los mares español. Después de la contienda, fue apresado por los ingleses, que trataron de remolcarlo a Gibraltar para, tras repararlo, volver a usarlo en batalla. Pero todo fue en vano. Los severos daños que había sufrido en la lucha junto al temporal que sacudió Trafalgar en la jornada siguiente, hicieron que se fuese a pique el 24.

Escaño narró así su pérdida en un informe oficial: «De su tripulación y guarnición, doscientos muertos y cien heridos. En la noche se fue a pique el navío, pues en la costa se hallan pedazos de su casco». Poco pudieron hacer las bombas de achique por salvarlo. Y todo ello, para verdadera lástima de los ingleses. Así informó Collingwood de su hundimiento, provocado por los británicos debido a su mal estado: «Empleamos el tiempo en destruir los presos entre Cádiz y Santa Lucía . A las 5,30 acortamos las velas y tuvimos que enviar al lugarteniente Williams , el carpintero y su tripulación, con 30 hombres, sobre el Santísima Trinidad, navío español de 4 cubiertas, para destruirlo».

En palabras del Instituto Histórico Andaluz, la tripulación del coloso que había sobrevivido al combate fue trasladada a otro buque de línea, el ‘Ajax’. En total, unos 209 prisioneros. Sin embargo, la rapidez con la que se llevó a cabo el hundimiento provocó que decenas de heridos graves españoles se fueran al fondo de las aguas. Se ahogaron.

Fuente: ABC

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