Los traficantes los roban y los usan para traficar refugiados a US$ 10 mil por persona. Los yates luego quedan abandonados.
Cuando el Talibán tomó Kabul en agosto, Zakia estaba embarazada de seis meses y en su primer año de universidad, mientras que su marido, Hamid, trabajaba como auditor. Decidieron huir, y junto con cinco familiares comenzaron una odisea de dos meses que los llevó por Irán y Turquía.
Cuando llegó la hora de cruzar el Mediterráneo, lo hicieron en un lujoso velero que llegó este mes a una playa en la región de Calabria, en el sur de Italia.
Estaban deshidratados, pero aliviados de haber sobrevivido a una ruta migratoria a Europa menos conocida, pero cada vez más utilizada por afganos, iraquíes, iraníes y kurdos acomodados.
Familias enteras pagan muy caros los pasajes desde Turquía en veleros nuevos o casi nuevos que pueden evitar con más facilidad ser detectados por las autoridades. Los investigadores dicen que los barcos van capitaneados por contrabandistas, a menudo ucranianos, que podrían operar coordinados con mafiosos turcos y los clanes italianos de la ‘ndrangheta
en tierra.
Cien personas bajo cubierta
Aunque los trabajadores humanitarios describen estos viajes como los cruces “de primera clase”, no hay nada lujoso en ellos. Hamid y Zakia estuvieron una semana hacinados con 100 personas bajo cubierta, mientras las reservas de comida iban disminuyendo. Tras dos días sin agua dulce, Zakia ya no sentía moverse al bebé.
“Fue la peor experiencia de mi vida”, dijo Hamid en un gimnasio italiano mientras él y su esposa esperaban a ser procesados y a que se les asignara un lugar para hacer la cuarentena preventiva de COVID-19, después de que su barco, el “Passion Dalaware”, llegara a tierra el 10 de noviembre.
Durante años, la mayoría de la atención médica, humanitaria y política se ha centrado en los cientos de miles de migrantes, la mayoría africanos, que cruzan el Mediterráneo central en embarcaciones endebles enviadas por contrabandistas desde Libia y Túnez.
La ruta de Calabria
La ruta de Calabria, que lleva migrantes desde Turquía a la “punta” de la bota de Italia en lugar de a Sicilia y sus islas más al sur, ha visto multiplicarse por cuatro su tráfico en 2021 y ahora supone el 16% de las llegadas por mar a Italia de este año.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados vigila la situación de cerca, aunque el aumento de las llegadas a Calabria ha ocurrido a la par que un brusco aumento en las llegadas de migrantes a puertos sicilianos.
En total, en lo que va de año han llegado a Italia 59.000 personas, frente a las 32.000 del año pasado en esta fecha. La ruta de Calabria ha registrado 9.687 personas hasta el 14 de noviembre, frente a las 2.507 del año pasado.
“Vemos afganos. Vemos iraquíes. Vemos iraníes. Kurdos”, dijo Chiara Cardoletti, representante de ACNUR en Italia. Aunque antes la mayoría de los que llegaban eran hombres solteros, “ahora mismo en todas las rutas lo que se ve es un aumento en el número de familias que llegan con muchos niños. Y esa es la norma también para la ruta de Calabria”.
La ruta de Calabria es apenas una de las muchas formas por las que los solicitantes de asilo de Oriente Medio, el sureste asiático y África intentan llegar a Europa, una crisis continuada que ha avivado el sentimiento contra los inmigrantes en el continente y puesto a prueba la solidaridad de la Unión Europea.
US$ 10 mil dólares por adulto
El accidentado viaje de Hamid y Zakia costó mucho más que la mayoría: Tras escapar de Kabul con la hermana de Hamid, su esposo y sus tres hijos, la familia llegó a Turquía y pagó 8.500 euros (9.600 dólares) por adulto y 4.000 euros (4.500 dólares) por niños para llegar a Calabria. Los padres de Hamid, que viven en Suecia, ayudaron a financiar el viaje.
La hermana de 29 años de Hamid, Tooba, que habla bien inglés, dijo que su familia decidió arriesgar su vida en el viaje porque la vida en Afganistán bajo el régimen Talibán ya no era segura, especialmente dado su trabajo como abogada.
“No puedo vivir en Kabul, y por ellos debo irme en Afganistán”, dijo Tooba mientras acunaba un niño dormido.
Como Hamid y Zakia, pidió que no se utilizara su apellido por motivos de seguridad.
Hamid dijo que los contrabandistas les habían dado agua suficiente para los primeros cuatro o cinco días, pero cuando se acabó, los pasajeros bebieron agua de mar con azúcar durante los dos últimos días.
Cuando el barco se acercó a la costa, los pasajeros subieron a cubierta y vieron cómo los dos contrabandistas que habían pilotado el barco, ambos con el rostro cubierto, huían en un bote negro.
“Los traficantes, que obviamente no tienen concepto de los escrúpulos humanos, ahora incluso hacinan a 100 personas en cada velero”, dijo Vittorio Zito, alcalde de Roccella Jonica, un pequeño municipio en la costa calabresa que ha sido un destino muy utilizado por los contrabandistas.
Los veleros son difíciles de interceptar porque incluso para las patrullas aéreas, se ven como barcos normales de placer. El “Passion Dalaware” llevaba incluso una bandera estadounidense de plástico en la vela.
Zito dijo que los contrabandistas pueden ganar unos 500.000 euros (565.000 dólares) por viaje en un velero robado que cuesta unos 100.000 euros (113.000 dólares). Personal de Cruz Roja contó a 101 personas en el barco de Hamid, cuyos contrabandistas podrían haberse embolsado 858.500 euros (969.000 dólares).
Últimamente han llegado tantos veleros de esta clase que sus restos salpican la costa calabresa. Otros se apilan en un desguace de barcos cerca del puerto de Roccella Jonica.
También utilizan la ruta los contrabandistas que emplean pesqueros para navegar desde Libia. El 14 de noviembre llegaron a Roccella Jonica 550 personas, la cifra más alta registrada en un día. Los migrantes, incluidos al menos 100 menores egipcios, fueron rescatados de dos pesqueros cerca de la costa que habían salido de Tobruk, una población libia cerca de la frontera egipcia.
La policía italiana ha detenido a varios contrabandistas ucranianos, que han sido condenados por asistencia y complicidad en inmigración ilegal, pero son tan sólo pequeños peones en una organización ilegal más amplia.
“Tenemos que ir más allá de los barcos concretos y detenciones de contrabandistas para comprender el motivo tras este aumento exponencial”, dijo Giovanni Bombardieri, dijo el investigador en la capital calabresa de Reggio Calabria, que lidera la investigación migratoria.
“Está claro que nuestro trabajo requiere una evaluación de la posible implicación de los clanes de la ‘ndrangheta”, dijo a AP el sindicato del crimen organizado con raíces en Calabria.
La odisea de Hamid y Zakia no ha terminado. Los diferentes miembros de la familia están en distintos lugares de Calabria para completar las dos semanas de cuarentena. Después podrán comenzar el proceso de pedir asilo o tratar de reunirse con sus familiares en Suecia.
También hay alguna buena noticia.
“Estoy muy feliz”, dijo Zakia. “Los médicos italianos lo comprobaron y mi bebé está bien”.
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