El “Galata Museo del Mar” es el mayor museo marítimo del Mediterráneo.
El edificio Galata es la construcción más antigua superviviente del arsenal de República. En el S.XVII se construían las galeras genovesas. Hoy en continuidad con el pasado es el espacio en el cual se puede conocer el contacto secular entre el hombre y el mar. En una instalación innovadora y apasionante, la fiel reconstrucción de una Galera genovesa del siglo XVII, de un bergantín-goleta del Siglo XIX, la sugestiva sala de la tempestad, la muestra “Transatláticos italianos” y otros 6000 objetos originales que nos recuentan la fascinación de la aventura de la humanidad en el mar. Desde Cristoforo Colombo hasta el transatlántico Rex.
Atraídos por Génova desde aquel 2007 que la visitamos por primera vez, conocimos en esta oportunidad el “Museo Galata”, una muestra realmente de excelencia que resume y evoca la enorme tradición marinera de esta ciudad mediterránea. Si bien la exposición es amplia, variada y dinámica, nosotros focalizamos nuestra atención en un tema que se expone de manera notable: la Emigración hacia América.
Nos recibió Paola, una española radicada en Italia, que fue nuestra guía por casi dos horas, tiempo que duró la visita. “La partida de italianos hacia América principalmente se inicia a principios del 1800. El auge fue entre 1860 y 1870, con un intervalo en la primera guerra mundial. Se estima que en 100 años, desde 1861 y 1961 han salido de Italia unos 30 millones de italianos. Sólo uno de cada tres, pudo volver a su tierra”, remarcó la guía. Y las causas de la emigración, le preguntamos: “era la decadencia. La falta de alimentos y trabajo. No se podía sobrevivir. Había demasiada población en Italia para los recursos disponibles”.
El tour en este sector comienza con una ambientación de un sitio donde se verificaban los pasaportes a los emigrantes. En una pantalla con una animación, un supuesto empleado de oficina de documentaciones te realiza preguntas sobre tu identidad y te sella el pasaporte con la salida del país (previamente a todos los visitantes les entregan un pasaporte y un billete de embarque, en nuestro caso, el de un barco que partió hacia Buenos Aires).
“Generalmente los migrantes no eran persona ricas, sino hombres y mujeres de pueblitos del interior y en muchos de los casos analfabetos y que hablan en dialectos y eso era una complicación más a la hora de salir”, remarcó Paola.
Otra representación simboliza también el aprovechamiento que hacían personas ricas de la gran ciudad (Puerto de Génova) con esta pobre gente que llegaba desde el interior ilusionada para partir. Como no sabían la fecha exacta de la zarpada, llegaban una o dos noches antes y estaban los vivos que les ofrecían alojamiento a alto costo en habitaciones todos hacinados y con muy pocas comodidades. Para tentarlos, les decían que iban a estar solos en los cuartos, y después eran espacios con veinte o más pasajeros.
Con el pasaporte en la mano y la expectativa del viaje a “hacer la América” como se pensaba o decía en aquel momento, el museo te propone embarcar en el vapor que está por zarpar a un derrotero que demoraría unos 30 a 40 días en llegar a América. Esto es una ambientación a escala real de distintos compartimentos del barco. Nuestro billete era de tercera clase, por lo que las condiciones de la travesía no eran las más cómodas. La misma se alojaba en la parte más baja del transatlántico, junto a la sala de máquinas, por lo que el ruido, el calor y los olores eran insoportables. Se disponían camas cuchetas pegadas, una a la otra. Los baños de esta tercera clase estaban próximos a los camarotes y cuentan que los aromas durante la travesía eran tremendos. “Muchos optaban por dormir afuera, en cubierta para no tener que soportar esas condiciones”, aseguró Paola. Durante el viaje, no se podían bañar, solo contaban con aseos para cara y brazos. Hay una foto que nos conmovió. Se trata de un pequeño tomando un baño en un fuenton.
“Ya en viaje, teniendo comida una vez al día como mínimo, teniendo un baño, se creaban buenas expectativas. Luego cuando llegaban al país de destino (donde muchos no sabían ni a dónde iban) ya era otra historia y las dificultades eran diferentes. Casi nunca era lo que habían soñado”, remarcó la guía.
La representación muestra también como era la zona de primera clase. Muy diferente al sector de tercera. Aquí viajaban personas que por lo general ya iban con un plan, trabajo, con dinero como para invertir en el destino. Algunos eran profesionales (médicos, ingenieros, etc) y otros empresarios que tenían el billete de regreso, ya que viajaban a visitar sus empresas o emprendimientos en América.
La exposición dinámica e interactiva concluye con la llegada. Uno de los espacios es a Argentina, con una magnífica representación del barrio de “La Boca” en Buenos Aires, donde prevaleció la llegada de inmigrantes genoveses y de la región de la Liguria. También la representación incluye puertos de Brasil y la emblemática “Ellis Island” en Nueva York.
La muestra finaliza con un ascenso hacia la terraza del espacio, que cuenta con magníficas panorámicas de la ciudad. En el camino, gigantografías, imágenes, objetos de toda la historia de los viajes del “viejo mundo a América”. Toda una magnífica puesta en escena, descriptiva como para tomar dimensión real de la gran ola de emigración que existió. humanitaria que se produjo hace tantos años y que hoy se repite nes para partir a un sitio lejano y desconocido
El “Galata Museo del Mare” superó ampliamente nuestras expectativas. Nos hizo ver la dimensión y dificultades por las que pasaron todas esas personas que de un día para otro tuvieron que dejar su tierra, sus familias y tradiciones para partir a un sitio lejano y desconocido, en busca de mejor calidad de vida. La muestra ayuda a reflexionar sobre una problemática humanitaria que se produjo hace tantos años y que hoy se repite pero a la inversa, con miles de inmigrantes que huyendo de sus país por causas de guerras, hambrunas, conflictos religiosos y en busca de mayores oportunidades, intentan llegar a Europa con el mismo objetivo, una vida digna.