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Cuatro tripulantes de un velero estuvieron 10 horas a la deriva en medio del Pacífico esperando ser rescatados

En medio del océano Pacífico, en una zona aproximada donde en 1820 se produjo el accidente que inspiró a Herman Melville a escribir Moby Dick, cuatro tripulantes de un velero vivieron una situación atípica que a punto estuvo de costarles la vida. La pequeña embarcación en la que navegaban colisionó contra una ballena gigante que les dejó durante diez horas a la deriva en mitad de la nada.

La historia de supervivencia de Alana Litz, Rick Rodríguez, Simon Fisher y Bianca Brateanu empezó con una travesía iniciada trece días antes en las islas Galápagos y que debía finalizar al cabo de tres semanas en la Polinesia Francesa (3.500 millas). “Teníamos buen viento y navegábamos a seis nudos”, cuenta Rick al Washington Post, el diario que dio a conocer la historia ocurrida la semana pasada. “De repente, la mitad posterior del barco se levantó hacia arriba y hacia a estribor”, agrega. Acababan de chocar contra una ballena gigante y salieron despedidos del velero llamado Raindancer.

“Había múltiples agujeros o ‘grietas’. El más grande está alrededor del eje de la hélice. Parece que parte de la ballena debe haber golpeado el eje con mucha fuerza y ​​reventado la fibra de vidrio alrededor del eje. Fue un agujero muy incómodo para tratar de tapar con trapos y una lona. Tenía un eje de acero inoxidable en el medio y los agujeros a su alrededor eran más como cuevas con pedazos rotos de fibra de vidrio alrededor y dentro.

El gigantesco cetáceo destrozó la embarcación y los dejó a la deriva. “¡Bang!”, escuchó Rick segundos antes de que la embarcación comenzara a destartalarse. Bianca, que se encontraba en la cocina acabando de preparar la comida, salió despedida cuando el animal chocó contra el velero. Luego corrió rápidamente hacia la cubierta y llegó a ver la aleta de la ballena. Cree que se trataba de una ballena de Bryde, tan larga como el barco.

Cinco segundos más tarde se activó una alarma que indicaba que el fondo del velero se estaba llenando de agua. En ese momento, Rodríguez hizo una llamada de emergencia por radio y activó la radiobaliza indicadora de posición de emergencia. A la vez prendió un rastreador Globalstar SPOT, que transmitía la posición de la balsa salvavidas cada pocos minutos.

También dio aviso de su dramática situación a su amigo Tommy, que navegaba unas 180 millas por detrás y a quien le perjuró que su historia no se trataba de un chiste: “Esto no es una broma, chocamos con una ballena y el barco se hundió. Avisa a tantos barcos como puedas. Se me está acabando la batería”.

Su mensaje más privado y sentido fue destinado a su hermano, Roger, quien se encontraba en Miami. Repitió lo que le había enviado a Joyce y agregó: “Dile a mamá que todo va a ir bien”.

El hundimiento del Raindancer duró un cuarto de hora. Cuando se hundió el mástil, los tripulantes afirman que sucedió “a una velocidad increíble”. Los cuatro escaparon en una balsa salvavidas y un bote. A pesar de que la situación era más que apremiante, todos la sobrellevaron bien.

Por suerte, la señal de socorro que había enviado Rick fue captada por funcionarios en Perú, quienes alertaron al Distrito 11 de la Guardia Costera de Estados Unidos en Alameda, California, que está a cargo de las embarcaciones estadounidenses en el Pacífico. Su problema más grave era que tenían poca batería en sus medios de comunicación.

El grupo pasó 10 horas a la deriva antes de que un barco civil los rescatara. Según el Post, “una combinación de experiencia, tecnología y suerte contribuyó a un rápido rescate que separa al Raindancer de catástrofes similares”.

“Realmente nunca hubo mucho miedo de que estuviéramos en peligro”, dijo Rodríguez, que también compartió su historia a través de las redes sociales. “Todo estaba bajo control en la medida de lo posible para un barco que se hunde”. Unas palabras que demuestras que no se vieron superados por la situación. Tan tranquilos estuvieron que hasta tuvieron tiempo de hacerse con las provisiones necesarias para sobrevivir hasta incluso varias semanas.

El Raindancer “estaba bien equipado con equipo de seguridad y múltiples dispositivos de comunicación y tenía una tripulación capacitada para manejar esta emergencia en mar abierto hasta que llegara un barco de rescate”, dijo Douglas Samp, máximo responsable del Programa de Búsqueda y Rescate del Área del Pacífico de la Guardia Costera de EE. UU.

Los miembros del equipo de rescate temían por cómo iba a funcionar el rescate. “El mar no estaba terrible, pero nunca hemos hecho una búsqueda y rescate”, dijo al rotativo estadounidense uno de los responsables.

Cuando ambos botes estaban cerca, Rodríguez lanzó una bengala con paracaídas y luego activó una baliza personal que transmite tanto la ubicación GPS como el AIS (Sistema de identificación automática) para ayudar en la aproximación. Para abordar al barco rescatista, la tripulación del Raindancer se transfirió al bote con algunos elementos esenciales y luego separó la balsa salvavidas para que no quedara atrapada en la hélice del bote.

“Estábamos a unos diez metros de distancia cuando empezamos a distinguir las figuras de los demás. Hubo un silencio sepulcral”, dijo Rodríguez. “Tenían curiosidad por el tipo de estado emocional en el que estábamos. Nosotros teníamos curiosidad por saber quiénes eran”. Finalmente, los cuatro quedaron a salvo y todo quedó como una anécdota, una espectacular e increíble historia de supervivencia.

La Comisión Ballenera  Internacional asegura que desde que en el 2007 se creó una base de datos a nivel mundial ha habido unos 1.200 informes de colisiones de ballenas y embarcaciones. La mayoría no suelen causar daños importantes.

Fuente: La Vanguardia

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