Compartimos la crónica de una travesía que realizamos el año pasado en la emblemática “Fragata ARA Libertad”. Fue entre Mar del Plata y Bahía Blanca.
Por Carlos Alberto Verona / Doctor en Ciencias Naturales.
Zarpada
El lunes 11 de marzo a la hora 10 la fragata ARA Libertad zarpó de la Base Naval Mar del Pata rumbo a Puerto Belgrano, principal apostadero de la flota de mar argentina. En la oportunidad la fragata, como manda el ceremonial, lucía engalanada por banderas multicolores, la bandera de bauprés en proa y el pabellón nacional en el estay de popa, lo que venía a exaltar la imponente figura que mostraba amarrada a la escollera norte. La banda militar de la Base Naval puso una nota de relieve adicional a la ceremonia de zarpada, a la que asistieron autoridades navales y público espontáneamente convocado a presenciar el espectáculo.
A bordo se encontraban oficiales de la Armada, una dotación reducida (por el licenciamiento de muchos de sus integrantes al cabo del último viaje de instrucción), cadetes recién ingresados a la Escuela Naval Militar y representantes de distintos medios de prensa gráfica y televisiva –entre los que se encontraba el autor, como enviado de Paralelo Cero–, todos especialmente invitados a participar de la travesía, por el Departamento de Comunicación Institucional de la Armada.
La zarpada en sí fue un momento especial. Con el apoyo de dos remolcadores que la apartaron del muelle mientras la hacían girar 180° sobre su eje por su banda de estribor, puso proa a la boca del puerto haciendo sonar una pitada larga que provocó un cerrado aplauso de la concurrencia como una forma de exteriorizar la contenida emoción que la embargaba. No era para menos, el formidable buque se ponía en movimiento con toda su esbelta majestuosidad frente a sus ojos, realizando una maniobra impecable, con gavieros de ambos sexos trepados a las tablas de jarcia como un signo elocuente de su inminente despedida. La única figura que permanecía imperturbable era la del mascarón de proa, que con su dilatada experiencia a bordo, volvía su vista al anchuroso mar en el inicio de otra singladura, solo una más en su rico historial (ver recuadro sobre Niké, Úrsula y Libertad).
El último encuentro con el público aconteció al trasponer la boca del puerto, ya que el morro de la escollera norte estaba colmado de gente que saludaba y aplaudía la partida del emblemático velero que a esa altura surcaba las aguas a motor sin el auxilio de de los remolcadores.
Con el buque navegando en franquía y con condiciones meteorológicas y de mar ideales el comandante ordenó maniobra general de velas (ver recuadros sobre Líneas de Agua y sobre Arboladura y Velamen). La tarea comenzó con el izado de los 5 foques y las 6 cuchillas y continuó con el despliegue de las 15 velas cuadras de los tres palos (trinquete, mayor y mesana) cruzados por cinco vergas cada uno (solo la vela cangreja faltó a la cita, permaneciendo aferrada sobre una imponente botavara al pie del mesana). Magnífica tarea realizada con maestría que terminó alrededor de las 17, con el braceo de las vergas a 40° de crujía, con lo que un viento que pasaba de 15 a más de 20 nudos y que borneaba de la aleta al través de estribor, el buque navegando a vela pura superaba los 10 nudos de velocidad con una escora de 10 a 12°, siempre amurado a estribor. De andar sereno, sin rolido y ni cabeceo notables, la Libertad ofrecía una travesía de ensueño, especialmente para los periodistas invitados que no cesaban de tomar fotos, grabar videos o concretar entrevistas para sus respectivas producciones, tratando de atrapar cada detalle y recoger impresiones de un espectáculo fascinante.
Con ese andar sostenido y con rumbo oeste sudoeste, lo que permitía sacar el máximo provecho del viento reinante, navegando a unas 60 millas de costa del sudeste bonaerense, comenzó a caer el sol dando lugar, tras un atardecer de ensueño, a una noche estrellada presidida, como corresponde a los mares australes, por la hermosa cruz del sur.
Segunda singladura
El amanecer del martes 12 fue magnífico. La Libertad seguía navegando a vela a buen ritmo y los invitados participando de distintas prácticas de abordo tales como ejercicios de abandono, lucha contra incendio, técnicas de supervivencia y RCP. Todo muy ilustrativo e interesante para los periodistas como de conocimiento fundamental para los cadetes. Por algo se trata de un buque escuela donde, a cada paso se podía ver chicas y muchachos con sus cuadernos de notas consultándose entre sí o con sus profesores sobre los secretos de navegar a vela en semejante buque. Es de imaginar que la experiencia sería contada una y otra vez a sus familiares y amigos cuando, de regreso a tierra, pudieran compartir vivencias tan singulares como las que ofrece navegar en la fragata Libertad.
Por la tarde se aferraron las cuadras sobre las vergas, se cobraron los foques y cuchillas y se siguió navegando a motor hasta que se ordenó maniobra de fondeo. Tras los rigurosos preparativos del caso, se soltó la pesada ancla de estribor alrededor de las 18 hasta que tocó fondo e hizo cabeza en el fondeadero exterior del Canal Principal Bahía Blanca, a una profundidad de aproximadamente 10 metros.
Con el buque al borneo, con vientos rotando al sur con más de 25 de nudos de intensidad, otra noche a bordo. Esta vez, para la cena, la cámara de oficiales contaba con la presencia del Señor Comandante, Capitán de Navío Juan Carlos Romay, especialmente invitado por el Segundo Comandante, el Señor Capitán de Fragata Luis Hernán Velázquez Pacheco y con la presencia del resto de la oficialidad, incluyendo al Señor Sub Jefe del Departamento de Comunicación Institucional de la Armada, Capitán de Navío Carlos Eduardo Gómez Nolasco (este último artífice de la invitación a los medios de prensa y esmerado anfitrión de la misma).
La cena cerró con palabras del comandante referidas a la ocasión y la entrega de obsequios alusivos a la fragata que, de seguro, todos atesorarán como un preciado recuerdo de la travesía.
Con los primeros rayos de sol de la mañana del miércoles 13 comenzó el último día a bordo y con ello también comenzó a crecer en el ánimo de varios de los invitados una sensación de nostalgia. Tal los sentimientos y emociones que venía suscitando en todos la experiencia vivida por unas horas de travesía, que a la vez parecían tantas y tan pocas.
A motor, la Libertad puso proa a la bolla 21 del canal, para ir al encuentro del buque multipropósito Punta Alta. El trasbordo se hizo descendiendo de la fragata por la banda de estribor, mediante una escala de gato, para abordar un semirrígido que trasladó a los invitados hasta el Punta Alta, buque que en pocos minutos arribó al interior de puerto Belgrano donde se produjo el desembarque en uno de sus muelles, en horas del mediodía. Antes del arribo, mientras con un dejo de añoranza se veía empequeñecer sobre el horizonte la majestuosa figura de la fragata Libertad, apareció un avión de la Armada que sobrevoló a la fragata en un amplio círculo y después realizó un vuelo rasante sobre el Punta Alta como señal de saludo (una de las tantas sorpresas con que Capitán Gómez Nolasco agasajaba, en nombre de la Armada a sus invitados).
Corolario
Muchas cosas, seguramente, quedarán en el tintero pero para este relator llegó el momento de poner punto final a su bitácora, para lo que eligió hacerlo con una reflexión personal escrita en primera persona.
Sin dudas la fragata Libertad es un barco espléndido. No se exagera si se lo considera uno de los mejores del mundo en su tipo. Además de ser veloz y seguro es de una hermosura incomparable. Tener la posibilidad de estar a bordo, navegando, y navegando a vela, fue para mí un inmenso placer, a la vez que un honor y un privilegio.
Como buque escuela la Libertad tiene un rico historial, un presente venturoso y también, seguramente, un largo futuro. De todas formas habrá de llegar el día en que, como pasó con la Presidente Sarmiento, haya que pensar en reemplazarla por un nuevo buque escuela. En ese momento valdrá la pena volver la vista atrás para rever cómo se construyó este buque, a fin de entender que un proyecto de esta naturaleza tiene un resultado exitoso solo si se cuenta con altos objetivos, un presupuesto acorde, apoyo institucional y hombres y mujeres capacitados para llevarlo a cabo.
Por la información que encontré al estudiar los documentos que leí antes de abordarla para realizar esta travesía, la concreción de la fragata Libertad podría ser tomada como un símbolo de lo que fueron capaces de hacer argentinos esforzados, estudiosos, perseverantes y comprometidos. Lo que hicieron constituye un legado del que todos los argentinos podemos sentirnos orgullosos y, por lo mismo, un hermoso testimonio que puede y debe ser tomado como un ejemplo a seguir.