Decir que en un futuro no muy lejano habrá una flota de barcos voladores a lo largo y ancho del planeta no es aventurarse demasiado. Cada vez surgen más proyectos de embarcaciones de todo tipo y eslora equipadas con “foils”, los apéndices que permiten burlarse del principio de Arquímedes.

 

Este modo de navegación, además de conseguir velocidades espectaculares, proporciona una eficiencia energética superior a los barcos convencionales. Las hidroalas también difuminan las diferencias tradicionales entre un velero y un yate a motor (eléctrico) en cuanto a prestaciones.

El lago italiano de Garda dio lugar esta semana a un experimento, el primer duelo volador entre una lancha eléctrica, la Candela C-7, y un velero, el monocasco Persico 69F. Ambos demostraron un potencial similar con una brisa ligera, alcanzando velocidades de unos 30 nudos.

Los foils volvieron a demostrar su eficacia. Este concepto de alas submarinas, capaces de sustentar el casco de la embarcación por encima de la superficie del agua cuando ésta alcanza determinadas velocidades, reduciendo así considerablemente la fricción, fue ideado hace más de un siglo, si bien ha sido en los últimos años cuando su aplicación se ha disparado. Las investigaciones y desarrollos llevados a cabo desde la Copa América de 2013 han dado como resultado en la actualidad un amplio abanico de hidroalas con diferentes formas y rendimientos.

Para el Persico 69F, perteneciente a una clase de monocascos de regatas, tener hidroalas significa que el barco puede alcanzar una velocidad máxima de 35 nudos y navegar a altas velocidades incluso con viento ligero, un rendimiento inalcanzable para los veleros convencionales. Con una eslora de 6,9 metros, 2,1 metros de manga (3,58 si sumamos las alas retráctiles donde se apoya la tripulación) y 1,7 metros de calado, a este monotipo le basta 69 metros cuadrados de superficie vélica (entre mayor, foque y gennaker) para volar.

Por su parte, los foils del Candela C-7, una lancha eléctrica de 7,7 metros y de producción en serie, proporcionan una gran autonomía con energía de batería a velocidades que antes solo eran posibles en embarcaciones con motor de combustión. Con una velocidad de crucero de 22 nudos y una máxima de 30 nudos, la embarcación sueca puede volar durante 2,5 horas antes de agotar su batería de 40 kWh, esto es, hasta tres veces más duradero que los barcos eléctricos convencionales.

Aunque ambas embarcaciones avanzan velozmente de manera similar a simple vista, la tecnología de cada una es diferente. Mientras que el Persico 69F requiere el trabajo sincronizado de la tripulación para despegar y mantener el vuelo, el C-7 emplea un sistema de vuelo por ordenador, haciendo esta navegación por encima del agua accesible para cualquier navegante. El balanceo y el cabeceo también se va ajustando por software, analizando todos los datos 100 veces por segundo. Todos estos equipos permiten que basten 25 caballos para propulsar el barco con una estabilidad artificial extraordinaria.

El video de este duelo particular no muestra el proceso de despegue ni la aceleración, apenas se observa el majestuoso desfile y la velocidad parecida a la que navegan. Sin embargo, sí se aprecia que los dos barcos vuelan aproximadamente a un metro por encima del agua del lago, sin que las crestas de las olas rocen los cascos, sin hacer ruido, sin golpes, sin dejar estela.

Hasta ahora, la firma sueca Candela es la única empresa que ha logrado llevar un barco de esas características al mercado. Y la respuesta ha sido exitosa, con 30 unidades vendidas en poco más de un año, teniendo en cuenta su precio: 240.000 euros.

Artículo anteriorABANDONAR EL BARCO Y UTILIZAR LA BALSA DE EMERGENCIA
Artículo siguienteARMADA ARGENTINA: EL AVISO ARA “PUERTO ARGENTINO” ZARPÓ DE USHUAIA