Tres marineros birmanos viven desde abril en su buque atracado en Cádiz tras la huida del capitán.
El óxido se está comiendo las paredes del Sea Condor, pero no la sonrisa de sus tres tripulantes birmanos, que llevan atrapados casi ocho meses en este buque de 54 metros de eslora atracado al final del muelle de El Puerto de Santa María (Cádiz). Los marineros entraron de forma legal a España, pero carecen de seguro médico, no pueden alejarse a más de 10 kilómetros del barco por ley y están sin vacunar del coronavirus. Los tres ansían volver a Myanmar con sus familias. Eso sí, antes de regresar esperan cobrar parte de los 89.000 euros en salarios que les debe el capitán y armador del barco, quien el 9 de abril los abandonó sin mediar palabra tras saltar junto al ingeniero jefe a una lancha en mitad de la bahía de Cádiz y huir a la República Checa, asegura el primer oficial Kyaw Aye, de 45 años, desde el puente del barco.
Tras dos meses fondeados, la comida empezó a escasear. Los marineros pidieron auxilio a Salvamento Marítimo y Capitanía del Puerto de Cádiz y, tras una inspección de la Guardia Civil, se les permitió atracar en el muelle de El Puerto de Santa María. Ahora, la rutina de mantener engrasada y en funcionamiento la maquinaria del buque les permite conservar la salud mental. “Cuando le conté el abandono a mi mujer se preocupó mucho, pero ahora que hablamos día y noche por videollamada y ha visto la atención que nos han prestado, ya se le ha pasado”, relata Nyo Tun Lwin, contramaestre de 30 años con un hijo de dos años al que confía ver en Navidades. El tercer tripulante de este buque con bandera de conveniencia de Mongolia y que en el pasado transportó pescado es Than Htike, mecánico de 38 años.
Los tres duermen en colchones sobre el suelo en el puente, en un contenedor instalado en la popa y en un cuarto junto a la sala de máquinas. Se afanan por mantener dignas las estancias, a pesar de que los productos de limpieza escasean, pero sobre todo conservan a punto los dos motores y los generadores de electricidad porque de su venta en una hipotética subasta podría depender el cobro de sus salarios. En la sala de máquinas el ruido aturde, huele a gasóleo y apenas hay ventilación. Sin embargo, los tripulantes mantienen su rutina como si una nueva travesía fuera inminente.
Tras lanzar el SOS a las autoridades marítimas de Cádiz, los tres marineros contactaron con el sindicato ITF (Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte), que les lleva comida cada semana y les permite subsistir en condiciones dignas. “A veces bajamos películas de internet o jugamos en línea, cocinamos, o salimos a El Puerto de Santa María para comprar comida o lotería”, relata Aye. Alguna vez también abandonan el barco para correr a lo largo del espigón y olvidarse de los problemas. En febrero, mientras navegaban entre Sudáfrica y Brasil, los militares dieron un golpe de Estado en su país. Otro golpe moral fue la muerte de dos hermanas y tres primas de Aye por coronavirus el pasado invierno.
En los casos de abandono, la repatriación de los marineros es responsabilidad del armador. Si este no se hace cargo, el auxilio le corresponde al Estado de bandera del barco, en tercer lugar el país de atraque y por último el de la nacionalidad de la tripulación. Tras el abandono del Sea Condor, el armador desapareció, Mongolia no contesta, ITF no ha solicitado los trámites al Gobierno español por la dificultad de experiencias anteriores y Myanmar tampoco responde. El sindicato ha presentado esta semana una demanda de embargo del buque a un juzgado mercantil tras aportar una garantía. Si la acción judicial se acepta, se celebrará un juicio tras el cual se subastará el barco y cobrarán los acreedores que el armador haya dejado, o ITF. En España solo permanece abandonado hoy el Sea Condor después de que 18 marineros rusos y ucranianos de otro buque pesquero fueran repatriados desde Canarias hace un mes tras sufrir “condiciones de semiesclavitud”, denuncia Gonzalo Galán, inspector de ITF.
Los marineros birmanos han recibido comida y ayuda de la Fundación Cádiz Port, Capitanía Marítima y la Autoridad del Puerto de Cádiz. “Cuando un marino protesta es porque la situación ya es desesperada, y en este caso todo se complicó un poco más por el bloqueo de los vuelos tras el golpe de Estado en Myanmar. Ahora tenemos un seguro por el que podremos conseguir algo de dinero para que no vuelvan a casa con las manos vacías y poder repatriarlos cuanto antes”, explica Luz Baz, coordinadora de ITF en España. El sindicato negocia con Sanidad Exterior los trámites para vacunarlos y organiza la repatriación, que incluye los visados necesarios para las escalas en aeropuertos hasta aterrizar en Myanmar.
Pedro Esteban, inspector en Andalucía de ITF, ayuda y aconseja a los tres marineros birmanos desde la experiencia, tras quedarse abandonado durante nueve meses hace un año en el buque español Celanova —cargado de gas licuado— frente a las costas de Filipinas: “Aquí tienen energía, luz y aire acondicionado. Lo más importante es mantener la rutina, que puedan volver pronto a casa, retomar la actividad en un buque con un armador digno y seguir avanzando”.
Los casos de barcos abandonados se han duplicado con la pandemia en todo el mundo: los 40 buques desamparados en 2019 se elevaron a 85 en 2020 —con 1.300 marineros a bordo— y 26 desde el pasado enero hasta abril. “A finales de año tendremos un nuevo récord de casos de abandonos”, augura Brandt Wagner, portavoz de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Hace una década la media anual rondaba los 15 casos de buques abandonados. La pandemia y los contagios por covid —que provocaron 18 abandonos de buques— han dificultado la resolución de casos por las restricciones de vuelos disponibles y las trabas que sufren los marineros para recibir ayudas públicas.
Detrás del abandono de barcos suele estar la quiebra de su armador. Desde 2004 y hasta abril se han reportado 509 embarcaciones abandonadas con 6.933 marineros, según la Organización Marítima Internacional (OMI). Panamá ostenta el mayor número de casos de buques abandonados desde 2019, pero es también el país con la mayor flota de barcos a los que cede su bandera, precisan fuentes de la OIT.
“El abandono de marineros es un serio problema que arruina su vida y debe ser tratado con una continua cooperación entre las organizaciones internacionales, ONG y estados de bandera, puertos y otras organizaciones industriales en su deber de proteger a los marineros”, advierte la OMI. Los 136 inspectores del sindicato ITF recuperaron en 2020, solo en salarios impagados, 35 millones de euros en la resolución de la mayoría de esos 85 abandonos.
En el Sea Condor, que Esteban visita con cierta frecuencia, los tres marineros mantienen la esperanza de cobrar sus salarios atrasados. “Mientras engrasan el motor no piensan en sus familias. Esas situaciones y rutinas te sacan del mundo de mierda en el que estás. Nosotros en el Celanova hicimos un muro de las lamentaciones para pintar chorradas y no pensar demasiado”, relata.
Fuente: El País de España