Imagen tomada en Caion (A Coruña), el 18 de noviembre de 2002, del petrolero Prestige partido en dos.ORP ARMADA / EFE

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Al terminar la jornada laboral el 13 de noviembre de 2002, Javier Sar, marinero desde hace 20 años en la región española de Galicia, se encontraba en un bar con sus compañeros.

Habían escuchado por la radio la noticia mientras faenaban ese día. Uno de los barcos en el corredor de Finisterre tenía problemas. Nada fuera de lo normal.

Nada hacía presagiar que ese suceso se convertiría en el peor desastre ecológico de la historia de España.

Nunca antes 63.000 toneladas de fuel habían colapsado las costas del norte del país. Dos mil kilómetros de zona contaminada que abarcaban desde Portugal hasta España y Francia.

Sin embargo, hace veinte años, ese 13 de noviembre, todavía se respiraba tranquilidad.

El petrolero Prestige, escorado frente a la costa gallega.EFE

77.000 toneladas de fuel

Fue de madrugada, tan solo dos horas después de comenzar su turno, cuando asustado un compañero despertó a Javier. El olor a gasoil era impresionante.

Pensando que era una fuga de su propio barco, los dos marineros bajaron a la sala de máquinas, pero a medida que avanzaban se dieron cuenta de que el olor dejaba de ser tan fuerte.

No venía de su barco, venía del mar.

“No sabíamos nada de lo que estaba pasando. Yo no me podía imaginar que era el petrolero que hacía unas horas estaba a 27 millas y tenía problemas, pero empezamos a atar cabos. Escuchamos a los remolcadores hablando por un canal de radiocomunicación y ya nos dimos cuenta. El barco estaba prácticamente encima de la costa de Muxia”, narra Javier a Euronews.

Ese petrolero era el Prestige. El barco de 243 metros de eslora había perdido el control con 27 tripulantes a bordo. El fuerte temporal le había causado una vía de agua, lo que escoró el barco a 45 grados y el petróleo que cargaba empezó a teñir las aguas del mar.

Al poco Javier recibió una llamada del Conselleiro de Pesca, las autoridades locales estaban preocupadas.

“¿Cuál es la situación?, le preguntó.

“Caótica. El barco lo tenemos encima de la costa y a ver ahora qué va a pasar”, le dijo Javier.

El capitán del petrolero 'Prestige', Apostolos Mangouras, en el juicio.EFE

“Un futuro totalmente negro”

El Prestige era un barco antiguo, monocasco, con 26 años de antigüedad que acababa de recibir el certificado de navegación por parte de la clasificadora norteamericana ABS tras una reparación en China.

Los expertos que estudiaron el caso aseguraron que el barco se rompió por el mismo sitio que fue reparado.

Después de rescatar a la mayor parte de la tripulación que estaba a bordo, -el capitán y un par de marineros más permanecieron dentro del barco para ayudar a remolcar- las autoridades decidieron alejarlo de la costa, y con ayuda de remolcadores, lo llevaron mar adentro.

“Fue una catástrofe que se podría haber quedado reducida a unos kilómetros de costa, pero alejar el buque provocó que se contaminaran casi 2.000 kilómetros convirtiéndolo en una catástrofe a nivel continental”, señala Manoel Santos, portavoz de Greenpeace.

La decisión la tomó el entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, que ordenó remolcar el buque lejos del litoral, hacia el norte, lo que preocupaba a las autoridades francesas y británicas.

El gabinete de crisis se estuvo reuniendo desde el 14 de noviembre y sobre la mesa se pusieron varias opciones. Incluso se llegó a barajar la posibilidad de bombardear el petrolero antes de que se hundiese, según reveló el propio ministro de Defensa, Federico Trillo.

“No había nadie de la gente que se dedica al mar en Galicia que avalase alejar el barco. Esto era maximizar la catástrofe”, apunta el portavoz que señala los errores que hubo en la gestión de la crisis.

“Hubo muchas falsas informaciones por parte de la política, negando incluso la existencia de una marea negra cuando la gente la veía entrando en sus costas y en sus playas”, añade. “Esto fue un cóctel terrorífico”.

Hasta que finalmente se hundió el Prestige seis días después, el 19 de noviembre.

“Era un futuro totalmente negro, nunca mejor dicho. Yo estaba construyendo un barco y, después de aquellos días, incluso nos planteamos parar la producción”, cuenta el marinero.

Un grupo de voluntarios trabajando para limpiar el petróleo vertido por el Prestige.Jorge París

“Rabia e impotencia”

Una corriente marítima favoreció la llegada de fuel a tierra. En aquel momento, la marea negra cubría 170 kilómetros de litoral y, en los días siguientes, continuó expandiéndose.

A pesar del mal tiempo, miles de voluntarios y efectivos del Ejército acudieron a Galicia a colaborar en la limpieza de las playas.

“La imagen que tengo en la cabeza de esos días es la de los voluntarios partiéndose el alma, limpiando las playas. Y la desolación que tenías cuando más o menos, a base de días, tenías una playa limpia y, al día siguiente, llegabas y la playa estaba en la misma situación que al principio”, relata Javier.

“Volvías otra vez con esa rabia e impotencia”, asegura.

Las labores de limpieza fueron caóticas y los voluntarios ni siquiera contaban con material de protección.

“No había absolutamente nada. La primera vez que vino el Rey a Muxia, le dijimos que no teníamos absolutamente nada, ni material de protección. Al día siguiente, apareció un camión en la zona del puerto que llevaron a Protección Civil con guantes, fundas y mascarillas”, dice Javier.

De sol a sol recogieron más de 100.000 toneladas de aquella pasta negra y pegajosa. Las jornadas eran duras e intensas.

“Cuando había algún día más soleado, el producto se volvía más volátil y veías a los voluntarios marearse y desvanecerse. Era impresionante”, añade.

Imágenes submarinas del Prestige, cuando se apreciaban fugas de fuel antes de su limpieza.Ministerio para la Transición Ecológica

El juicio del Prestige

El vertido afectó a cerca de 3.000 kilómetros de costa contaminada, pero el juicio, que tuvo lugar diez años después del vertido, no sentó a “todos” los culpables en el banquillo.

“El juicio fue el mayor por causas medioambientales de la historia de España. Fue un macrojuicio. Su instrucción duró nueve años. Después de once años, no dejó ningún culpable. De hecho, faltó mucha gente por comparecer”, sostiene el portavoz de Greenpeace.

“Se produjo una sentencia en 2012 por la Audiencia Provincial, sin emabargo, no condenaba ni siquiera por delito ecológico. Tan solo condenó al capital del barco por desobediencia grave a las autoridades españolas en lo que fueron las operaciones de rescate”, apunta Margarita Trejo, experta en derecho ambiental.

“Ha habido que esperar 16 años, hasta el 2008, para obtener una sentencia que condenara a dos años de prisión por delito medioambiental y ecológico al capitán del buque. También para obtener indemnizaciones y reparaciones tanto para el Estado español, como para la Junta de Galicia, y para los demás afectados”, zanja.

La cantidad que el Estado español aspira a recibir son 1.000 millones de dólares.

Un tribunal del Reino Unido debe determinar si, como busca España, la aseguradora británica del Prestige, declarada responsable civil subsidiaria de la tragedia ecológica, tiene que indemnizar a los damnificados con la póliza del barco.

Fuente: Euro News

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