La práctica de los deportes náuticos tuvo un fuerte espaldarazo en agosto de 1944 cuando se promovió la natación, el remo y la navegación a vela en las escuelas de enseñanza media de Rosario.

 

Rosario se rindió a la majestuosidad del Paraná. Sus aguas marrones, jalonadas por olas de espuma blanca cuando sopla el viento sur, han acompañado con su lento devenir el crecimiento de la ciudad, y sus habitantes se han empeñado en encontrar la forma de tener una relación estrecha con el río, su costa, sus islas verdes y las playas siempre agitadas.

No obstante, lograr imponer los deportes náuticos demandó un esfuerzo grande, sobre todo a los pioneros que soñaron con hacer de la navegación algo más que un negocio para los buques de carga y los puertos del cordón industrial. Su anhelo era aprovechar el paisaje para entrenar, promover la vida saludable y por qué no, disfrutar a pleno el ocio al aire libre.


La fuerte convicción de los pioneros fue clave para que la navegación deportiva se gane un lugar en los clubes de río de Rosario.

Remo Rosario
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Asi fue como en 1944 un grupo de entusiastas promovió que en los talleres de la Escuela Técnica de Oficios Nº1, los alumnos construyan, bajo la guía atenta de sus profesores, las embarcaciones con las que poder practicar remo. Contaron con el apoyo del Club Náutico Cooperadoras Asociadas Escuelas Secundarias que se sumó al ambicioso proyecto.

La iniciativa, tal como su estatuto indica, se propuso “impartir la enseñanza gratuita de natación y remo, con autorización expresa de los padres y autoridades escolares” a los estudiantes secundarios. También, fomentar la navegación a vela y motor entre los asociados a los clubes de río y alentar su “unión y camaradería”.

El Paraná no fue siempre como los rosarinos los ven y lo han disfrutado a pleno, hasta que se impusieron las restricciones de la pandemia, con lanchas, botes y veleros surcando sus aguas al calor de la pasión de los amantes del río. También con tablas de windsurf y kites que con sus velas de colores le dan alegría y vivacidad al cielo en días soleados.

Y eso fue así gracias a la convicción y fervor que le pusieron los primeros que, allá lejos y hace tiempo, sumaron esfuerzos para que los jóvenes aprendan a amar al río. Sin dudas, su tarea ha sido cumplida con creces. Rosario y el Paraná están hoy hermanados como nunca.

Fuente: La Capital Rosario

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