Los científicos no se explican el súbito incremento de la temperatura de los océanos. Desde hace un año, los mares están más calientes que nunca. Se registran temperaturas récord en su superficie. ¿Es parte del calentamiento global lo que está pasando?
James Hansen predijo el calentamiento global antes que nadie. Fue el primero que advirtió del aumento global de las temperaturas. Hace más de 40 años anunció que la década de 1980 sería la más cálida desde que tenemos registro. Y que la de 1990 lo sería aún más. Muchos dijeron que sus palabras eran exageradas y sin fundamento. Pero Hansen dio en la diana.
Ahora, cuando el clima parece que se ha vuelto loco, el investigador estadounidense, a los 82 años, ha vuelto a hablar. Las cosas empeorarán y mucho, advierten él y los 17 coautores de un inquietante estudio. Según sus previsiones, el calentamiento se está acelerando de forma vertiginosa y las temperaturas aumentan cada vez más rápido. ¿Y si esta vez Hansen también tuviera razón?
La Tierra gime bajo temperaturas récord y, en particular, los mares están más calientes que nunca. El año pasado, tormentas insólitamente destructivas azotaron México, Mozambique y Libia. En California, las lluvias torrenciales provocaron deslizamientos de tierra. ¿No son suficientes pruebas?
«Nuestro trabajo es tomar el pulso al planeta», afirma Carlo Buontempo. Y su latido nunca ha sido tan extraño. Buontempo es director del servicio de cambio climático del programa europeo de observación de la Tierra Copernicus. En su mano tiene los datos de cientos de satélites, estaciones meteorológicas y boyas de medición. El año 2023 empezó como él esperaba: marzo alcanzó el segundo lugar en el ranking histórico; abril, el cuarto lugar. Mayo batió el récord mundial: las temperaturas medias de la superficie del mar fueron más altas que nunca. No eran buenas noticias, pero esperables en tiempos de cambio climático.
Se ha superado una peligrosa barrera
Sin embargo, en junio la cosa cambió. Un hecho le hizo sospechar a Buontempo que algo más grave estaba pasando. Las temperaturas globales subieron por encima del límite crítico de un grado y medio; la barrera que la Cumbre de París quería que no se superara a toda costa saltó por los aires, aunque al principio solo fue por unos días.
Después de eso, los registros no pararon. La superficie del mar se estaba calentando cada vez más y más rápido. Fue el junio más cálido, el julio más cálido de todos los tiempos. El agosto más cálido de todos los tiempos. Durante septiembre, octubre, noviembre, diciembre y enero las temperaturas de los océanos del mundo alcanzaron valores máximos. Todo indica que la serie continuó en febrero. «Es de locos», declaró el investigador Zeke Hausfather, del servicio de datos climáticos Berkeley Earth en California.
No todos los colegas comparten su valoración. «El año 2023 no me sorprendió», afirma Mojib Latif, del instituto de investigación oceánica de Kiel. Ese año estuvo activo el poderoso fenómeno climático del Pacífico El Niño, que añade calor al clima global. A Buontempo tampoco le sorprenden los récords, sino que se hayan disparado en esa medida. Además, las temperaturas del mar aumentaron rápidamente en marzo y abril, cuando El Niño aún no se había desarrollado por completo. Y no se calentaba el Pacífico, de donde es originario El Niño, sino el Atlántico.
«En la segunda semana de junio quedó claro que pasaba algo extraño», dice Buontempo: una enorme anomalía en forma de media luna roja apareció en los mapas de temperatura del Atlántico Norte. Se extendía desde el mar de Labrador, entre Canadá y Groenlandia, cruzando el océano hasta Europa y desde allí, pasando por las islas Canarias, hasta el Caribe. En algunos casos, las temperaturas estuvieron más de cinco grados por encima de la media. «Eso es extremo», afirma.
La temperatura actual del Atlántico es la gran preocupación. Ya no se puede descartar una aceleración del calentamiento global, como predice Hansen. Y que los mares se vuelvan más cálidos significa dos cosas: lluvias más intensas, porque el aire cálido absorbe más agua; y un aumento de las tormentas, porque más calor significa que hay más energía en el sistema meteorológico, lo que da lugar a depresiones tormentosas. Por eso, entre Niño y Niño se producen cada vez más los peligrosos ‘ríos atmosféricos’. Surgen cuando el aire sobre el cálido Pacífico tropical se llena de humedad y luego la transporta hacia el este en bandas estrechas. Estas corrientes atmosféricas pueden transportar tanta agua como el Misisipi… o incluso diez o quince veces más.
Cuando estos ríos atmosféricos encuentran obstáculos en la tierra, como montañas, llueve de forma torrencial. Hace un año, nueve de estas violentas inundaciones se sucedieron en California; y, este invierno, las lluvias torrenciales volvieron a azotar la región.
El calor en el océano no solo crea estos ríos atmosféricos, también aumenta el riesgo de tormentas. Cuando el agua en la superficie del océano está a más de 26,5 grados, se forman ciclones tropicales. Los meteorólogos contaron el año pasado 20 en el Atlántico, en comparación con los 14 que se producen en un año promedio. Una cifra muy preocupante.
Otro efecto de este calentamiento es que las tormentas tropicales se transforman en algo violento y monstruoso antes de tocar tierra. Y lo hacen a velocidad vertiginosa. Esta metamorfosis es impredecible y peligrosísima.
El 24 de octubre del año pasado, un vórtice se acercó a la ciudad costera mexicana de Acapulco. Los meteorólogos la clasificaron inicialmente como una simple tormenta tropical. Nadie previó la enorme fuerza con la que el huracán Otis azotaría Acapulco. El cambio se produjo poco antes de tocar tierra. En nueve horas, la tormenta tropical se convirtió en un huracán del más alto nivel. Como el agua de la costa estaba tan caliente, la tormenta adquirió una fuerza extraordinaria. Un escenario de pesadilla. Los acapulqueños apenas tuvieron tiempo de prepararse. La tormenta arrancó edificios, el suministro de energía y las comunicaciones colapsaron y los deslizamientos de tierra obstaculizaron los trabajos de rescate. Miles de personas se quedaron sin hogar y casi cien murieron o desaparecieron.
¿Podría sucederle algo así a Europa? No, el Mediterráneo es demasiado pequeño. Sin embargo, pueden formarse parientes más pequeños de los huracanes: un tipo de tormentas que ocurren principalmente en otoño cuando llega aire frío del norte. Este fenómeno provocó lluvias e inundaciones extremas en Grecia, Bulgaria y Turquía en 2023 antes de pasar a Libia. Allí se convirtió en una megacatástrofe. Dos presas se rompieron por las inundaciones, lo que mató a 11.000 personas solo en la ciudad portuaria de Derna.
La Tierra es un planeta de agua. Los océanos ocupan dos tercios de su superficie. El mar sirve a la tierra como una especie de sistema de aire acondicionado: la calienta cuando hace mucho frío y la enfría cuando hace calor. Sin el efecto calmante de los océanos, los humanos hace mucho tiempo habríamos convertido el planeta en un invernadero infernal. Los océanos absorben alrededor de una cuarta parte del dióxido de carbono que produce el hombre y alrededor del 90 por ciento del calor adicional.
Al mismo tiempo, los océanos tienen una memoria muy larga. Incluso cuando los humanos dejen de quemar combustibles fósiles, el recuerdo de lo que le hicieron al planeta perdurará en sus profundidades. El programa internacional Argo, que reúne a numerosas autoridades e institutos de investigación, ha liberado alrededor de cuatro mil boyas a la deriva en los océanos del mundo.
Gracias a ellas es posible registrar la evolución de la temperatura de los océanos hasta una profundidad de dos mil metros. Muestran la cantidad de calor absorbido por el agua; y es enorme. En 2023 fue 15 zettajulios más que el año anterior. Este aumento por sí solo equivale a unas 25 veces el consumo energético mundial o la cantidad de energía que se habría producido si se hubieran detonado ocho bombas de Hiroshima cada segundo durante todo el año.
Fuente y Fotos: Diario ABC de España