El Ferrari ideal para disfrutar del verano debe ser un Spider, pero siempre hay sibaritas que van más allá. Guido Monzino, decidió montar a una la lancha de carreras, el motor de un V12 de Ferrari.

En los años cincuenta los Ferrari eran una auténtica rareza, y una lancha solo estaba al alcance de multimillonarios como Guido Monzino. En 1956, el italiano decidió equipar una lancha de carreras con el motor V12 de un coche que sufrió un serio accidente en la Carrera Panamericana. Una vez que Enzo Ferrari accedió a venderle el propulsor, el magnate encargó la construcción de la lancha a los prestigiosos astilleros San Marco.

Corazón v12

El objetivo de Monzino era ganar la Pavia-Venecia. Esta prueba recorría Italia de Oeste a Este a través del río Po, y durante el trazado los participantes debían esquivar tanto los pilares de los viejos puentes medievales como los bancos de arena que se formaban en el centro del río. Con los botes lanzados a velocidades cercanas a los 200 km/h, esta competición venía a ser como correr un rallye al volante de un fórmula 1. Fue en 1967 cuando la lancha pasó a mejor vida, y comenzó a acumular polvo en el interior de una nave junto al Lago Como.

Pero en la orilla contraria un entusiasta suspiraba por aquella máquina excepcional. Las pasiones del joven Dody Jost eran la pintura y los barcos, de modo que pronto localizó la lancha y contactó con Monzino, que accedió a vender su Ferrari acuático. El nuevo propietario la conservó como oro en paño durante 30 años, hasta que decidió restaurarla. Hoy disfruta de su máquina en el lago Como, y los lugareños ya se han acostumbrado a escuchar el sonido del V12 rebotando en las montañas.

Fuente: revistacar.es

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