Ernesto Piercamilli recorriendo el Astillero junto a sus hijos Pablo y Claudio

Era apenas un joven carpintero que fabricaba botes y remos de madera en un pequeño galpón en el fondo de la casa de su abuela. Aquel taller, humilde y ruidoso, sería el punto de partida de una historia de esfuerzo y visión que dio origen al astillero de lanchas deportivas más importante de la región, Arco Iris

Don Ernesto José Piercamilli falleció el sábado 31 de mayo de 2025 a los 92 años, dejando una huella imborrable en la industria náutica argentina.

Sus manos grandes y curtidas contaban su historia sin palabras: eran las marcas del oficio, del contacto diario con la madera, del trabajo artesanal. A fines de los años ’40, comenzó a fabricar botes y remos que él mismo salía a vender, iniciando así un camino que jamás abandonaría.

Luego de egresar del colegio de “Arte y Oficios de Don Orione”, en Tigre, con apenas 16 años, comenzó a trabajar en un taller de embarcaciones. Su familia no tenía vínculo con la náutica, pero él quedó fascinado con ese universo nuevo. Permaneció allí hasta los 19 años, cuando fue convocado por la Marina para cumplir el servicio militar, en plena Revolución Libertadora. Pasó 26 meses en la Armada, hasta que regresó a Tigre con un sueño: tener su propia empresa y construir un futuro.

Padre e hijo, Ernesto y Claudio Piercamilli. 70 Aniversario del Astillero Arco Iris

Los recursos eran escasos. Contaba que su padre nunca pudo terminar su casa por culpa de la inflación. Aun así, le prestó sus ahorros, unos 1.500 pesos. Con ese dinero, Ernesto compró chapas, madera y levantó un galpón en el fondo de la casa de su abuela. Llevaba la madera en bicicleta desde un aserradero, pagó su deuda y, poco a poco, fue adquiriendo nuevas herramientas. Así nació el proyecto.

Comenzó haciendo trabajos fuera de hora en el Astillero Bottesi, propiedad de un amigo, y colaboró también con los hermanos Ernesto y Pepe Canestrari. Trabajó en la reparación de algunas embarcaciones en el Yacht Club Argentino, y desde 1959, con un socio, emprendieron también en otros rubros: pisos de madera, muebles y más.

A principios de los años ’70 incursionó en el uso de plástico reforzado con fibra de vidrio. Su primera creación fue una lancha de carrera bajo la marca PRP: Piercamilli, Rodríguez, Paladini. Apasionado por la motonáutica, participó activamente en competencias durante varias temporadas.

El astillero tomaba forma. Llegaron las emblemáticas “Pilotinas”, lanchas cabinadas de 7,45 metros, seguidas por los modelos “Grandjean” y los recordados catamaranes de offshore.

Recordada Pilotina de Arco Iris

Junto a sus hijos Claudio y Pablo, jóvenes por entonces, trazaron un plan ambicioso: construir lanchas y venderlas en el interior del país. Fabricaron un tráiler para ocho embarcaciones y, con muy poco, salieron a recorrer rutas argentinas. Vendían, financiaban y entregaban cada unidad con esfuerzo y compromiso. Así nació la marca Arco Iris, que pronto se consolidó como sinónimo de calidad y fiabilidad en el mundo náutico.

Con los años, llegaron nuevos hitos: el crecimiento de la empresa, la participación fundamental de sus hijos, la Guardería Náutica en Tigre, una moderna planta fabril, el showroom sobre Avenida del Libertador, y una impronta familiar que perdura hasta hoy.

Claudio y Pablo tomaron la posta, y fueron quienes catapultaron a Arco Iris al reconocimiento nacional, con modelos icónicos como Eclipse y Fishing, que hoy navegan por el Delta y el país entero. Actualmente, también los nietos forman parte del equipo, garantizando la continuidad del legado.

La familia Piercamilli en el "70 Aniversario del Astillero Arco Iris". Hijos y nietos....la familia unida.

De perfil bajo, sencillo y sin ansias de protagonismo, Don Ernesto vivió en noviembre de 2023 uno de los homenajes más emotivos de su vida: su familia —su esposa Ana, sus hijos y sus nietos— celebró con él los 70 años del Astillero Arco Iris, fundado en 1953. Aquella noche, más de 150 personas lo ovacionaron de pie, con aplausos interminables y muchas lágrimas.

Murió “Pierca”, el carpintero que hasta hace pocos meses caminaba todos los días el astillero, en silencio, observando cada detalle y compartiendo su sabiduría. Había nacido el 19 de abril de 1933. Fue un hombre de sacrificio, esfuerzo y trabajo incansable, que trazó el rumbo de una empresa líder y enseñó a su familia a navegar la vida con firmeza y pasión.

En una entrevista publicada por Revista Barcos en diciembre de 2018, Claudio Piercamilli dijo sobre su padre: “Si el astillero funciona bien es simplemente por lo que mi viejo nos heredó: trabajo, responsabilidad, rodearse de buena gente, palabra y mucho más trabajo. Mi viejo no sólo logró un negocio, él hizo una familia, con mayúsculas. Tenemos un gran futuro, pase lo que pase, porque con Pablo estamos en una etapa donde nos dimos cuenta que el tiempo no pasa… los que pasamos somos nosotros. Y nos estamos preparando para ello”.

Hasta siempre, Don Ernesto.
La náutica argentina está de luto. Y también de pie, para aplaudirlo una vez más.

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