La idea de que un auto pudiera navegar por el río nació fruto de la pasión de Oscar Pesante, vecino de las islas. Se puso a trabajar en un prototipo durante la pandemia y hoy es conocido por ser el inventor de este vehículo que utiliza a modo recreativo
Oscar Pesante es vecino de Tigre de toda la vida, y actualmente vive en la segunda sección del delta, sobre el río Estudiante, donde además alquila cabañas para turistas que quieran descansar en medio de la naturaleza de esta zona. Pero tiene una pasión sobre muchas otras: los fititos. Esto lo llevó a querer tener uno cerca de su lugar, aunque un auto en la isla pareciera una idea un tanto extravagante.
La pasión por los Fiat 600 comenzó desde muy chico. Oscar trabaja desde los 9 años y a los 12 se compró su primer Fitito, modelo 64. “Desde esa época ya era la pasión por ese auto. Era muy chico, no lo podía manejar porque no tenía registro y lo tuve que vender para comprarme una motoneta Ciambretta con la que iba al colegio”, recuerda en una charla con QUE PASA.
El amor por este modelo siguió a lo largo de los años, incluso comprando otros ejemplares de colección. “Cuando nos casamos con mi señora teníamos uno blanco, que después también terminé vendiendo”, dijo y sostuvo que le pareció “una buena idea tener de referencia, para que la gente ubique las cabañas, un auto en la isla, algo muy loco: nadie se imaginaba que hubiera un auto en esta zona“. El traslado del vehículo se realizó hasta la isla con un barco pluma, donde además Oscar llevaba materiales para la construcción de las cabañas.
A partir de ese momento, comenzó el primero de los interrogantes, cómo hacer que un auto, en la quietud de la isla, no se arruine. Y un amigo de Oscar fue el que tuvo la respuesta: un Fitito lancha. Así comenzó la odisea de construir, con la carcasa del auto, unos botes a pedal, fabricada íntegramente por ambos. “El casco del bote daba con las medidas justas del Fiat 600, lo puse arriba y probé si flotaba, que era la mayor duda. Cuándo vi que funcionó, después quedó darle los detalles para poder subirse y hacerlo andar”, cuenta a este medio Oscar y relata que ese tiempo se lo dio en la pandemia, al no poder trabajar y pasar esa etapa de aislamiento en la isla.
Trabajo e ingenio fueron las premisas para terminar de darle forma, con la intención también de desconectarse de las desgracias que trajo la parte más dura de la pandemia durante 2020. Pero la idea de tener cerca su pasión no terminó. Hace algunos meses, probó colocarle un motor y hacer algunas pruebas de navegación para ver cómo funcionaba: y para su sorpresa, funcionó. “Lamentablemente no es un vehículo que se pueda usar para navegar, sólo para entretenimiento cerca de las cabañas, porque no está permitido ni homologado. No es una embarcación. Prefectura pide muchos requisitos para hacerlo”, explica Oscar.
El fitito ahora flota en el río, la gente pasa y se saca fotos que comparte en sus redes. “Se super viralizó, es algo único en el país”, comenta a este medio emocionado.
Como si toda la movida de haber creado este divertido vehículo terminara ahí, la viralización de su trabajo también le trajo consigo la oportunidad de reencontrarse con familia que no conocía: unos primos paternos que viven en las provincias de Santa Fé y Entre Ríos con los que hoy, gracias al Fitito lancha, se puso en contacto.
Fuente: Que Pasa Web