Fondeo Río San Antonio

Por Lic. Alejandro Stero Sellares  – Capitán de Ultramar

Tripulación a son de mar. Son varios miles los barcos deportivos que los fines de semana, sueltan sus cabos de amarras y zarpan a navegar con sus jubilosos tripulantes, dispuestos a inaugurar las aventuras de una nueva singladura.

Esta respetable cantidad de embarcaciones forman el ámbito de la náutica deportiva cuyos miembros no se los puede considerar “pasajeros”, sino, como dice arriba, tripulantes de abordo.

Los nautas, integrantes del evento, sin necesidad de ser expertos en las artes de la navegación, asumen un rol activo abordo, muy distinto al de un simple pasajero que se embarca con la única intención de ser trasladado o llevado a pasear.

Pero hay una maniobra náutica, el zafarrancho de emergencias, que no suele practicarse con demasiada frecuencia, a pesar de ser tan útil como necesaria.

En los barcos de pasajeros, existe la obligatoria costumbre de realizar destinados a practicar acciones para contingencias tales como un incendio, un abordaje o el mismísimo abandono de la nave.

Cabe entonces preguntarse si los tripulantes deportivos, componentes de la dotación de las embarcaciones de placer, no tendrían el compromiso de realizar, en cuanta oportunidad se les presente, estos famosos ejercicios para incidentes, como hacen los “pasajeros” de buques de turismo.

Zafarrancho de emergencia

Todo avezado tripulante sabe que estas actividades de abordo son los zafarranchos, ya sea de incendio, colisión, hombre al agua o de abandono.

Como realizar un “zafarrancho sport”

Cuando la marejada aumenta su intensidad y sobre todo la altura de las olas, el pequeño barco de placer, rola y cabecea haciendo que hasta el más pintado marino corra el riesgo de irse al agua. Llegado el momento en que el timonel, patrón o piloto y en cualquier caso capitán de una embarcación deportiva, deba dar la directiva de colocarse los chalecos salvavidas, sabe que propone a su tripulación, asumir una actitud especial que en el mejor de los casos es perturbadora.

En primer lugar, seria de buen gusto llamarlos, por ejemplo “chalecos de flotación” para no usar expresiones que parecen cercanas a la frontera final de la vida humana. Pero este acontecimiento tendría que pertenecer a la rutina de cualquier tipo de embarcación y para ello es que se realizan los famosos, pero poco frecuentes zafarranchos.

Si por ejemplo, en momentos previos a la zarpada, se propusiera tomar una “fotografía” donde todos los tripulantes aparecen ataviados con sus chalecos y portando elementos de seguridad como un extintor, bengalas, cabos, bicheros y hasta la célebre hacha de abordo, se lograra una actitud colectiva jovial y participativa, muy distante de la crítica situación que surge en una emergencia.

La máquina fotográfica no tiene que ser ni siquiera real, es solo la excusa para que cada uno ubique su chaleco en el sitio donde está estibado, se lo coloque, mientras aprende a hacerlo, y recorra el barco buscando cuanto elemento de seguridad encuentre por ahí.

Mientras los tripulantes disfrutan de una especie de fiesta naviera, están quizás sin darse cuenta, realizando un importante e inexcusable entrenamiento de seguridad.

Y llegado el caso en que la necesidad obligue a la tripulación a afrontar un hecho delicado, será asumido en el marco de una rutina náutica más que en la turbulenta situación que aparece en un momento neurálgico.  Un buen ejemplo de tripulación a son de mar

Que no “cunda el pánico”.

Esta es una expresión que tiene la particularidad de usar el verbo cundir, muy poco frecuente en la jerga normal de la gente y ni siquiera el periodismo suele usarla en alguna de sus acepciones. Cundir es esparcir, propagar o multiplicar algo, pero que notable, solo se usa aplicado al pánico. Es tarea del capitán propagar y cundir la seguridad de la nave y jamás el pánico.

Que el zafarrancho propuesto sirva para hacer cundir la seguridad de la navegación quizás en el marco de una actividad divertida. En síntesis, realizando un género de juego náutico, se logra la familiarización con todos esos elementos que estando abordo han sido adquiridos para no usarlos jamás, pero que llegado el caso son la diferencia entre los dos estados diametralmente opuestos de la existencia.

¿Cuántos tripulantes lleva un barco?

En las embarcaciones deportivas, digamos de buena calidad, se muestran carteles que exponen el número máximo de tripulantes que puede llevar, definidos y calculados por el astillero constructor. Pero si quisiéramos encontrar un punto de equilibrio, podemos considerar que la cantidad de los tripulantes es igual a la cantidad de camas del barco  y aunque se pueden embarcar más, jamás será un número mayor a la suma de chalecos que haya abordo.

Pero cuidado, llevar muchos chalecos no significa necesariamente adquirir la capacidad técnica de embarcar más tripulantes de los que el astillero supo prever en su oportunidad y volvemos al principio….

Barco a son de mar

La idea de poner “El Barco a son de mar” o amarinerar la nave, tiene la intención de recordar que todo aquello que pueda caerse de su sitio, lo hará irremediablemente, en el primer bandazo de la primera ola y que esa masa de agua, se introducirá dentro del casco por cuanto ojo de buey y escotilla no haya sido cerrada herméticamente.

Lo que no debe hacerse, sobrecargar un barco.

Con el mismo nivel de importancia hay que poner los tripulantes a “son de mar” que parece un concepto nuevo, pero es simplemente dar nuevas acepciones a viejos procedimientos que no gozan de buena prensa, como cuando el capitán dispone colocarse los chalecos de flotación para realizar un auténtico zafarrancho de abandono. Esa mencionada reunión fotográfica donde todos posan con sus avíos y atavíos de seguridad habría que hacerla siempre bajo el título de, grafiquemos el momento de la zarpada con todos los tripulantes a son de mar o, por qué no, perpetremos esta singladura con un zafarrancho sport.

Amarinerar

Tripular un barco. Poner el barco a son de mar, trincando y estibando convenientemente los equipos para que no se muevan con el oleaje, (operación sin la cual no se puede zarpar).

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