La regata offshore más famosa del mundo parte este domingo desde Les Sables d’Olonne batiendo récords deportivos, pero dejando a la afición fuera de la ecuación del éxito.
Las rotondas de la carretera de llegada a Les Sables d’Olonne (Francia) ya van advirtiendo de lo que espera en la ciudad. Uno a uno los patrones de la novena edición de la Vendée Globe que parte este domingo desde la costa este francesa te van apareciendo en grandes carteles. Tratados como héroes, todos por igual. Competir en el desafío extremo que es dar la vuelta al mundo en solitario y sin escalas merece ese tratamiento, ese respeto máximo. No hay duda.
Cuando se llega al puerto, el epicentro de la locura, la seca y la mojada, que es todo lo que representa la Vendée Globe, se percibe que esto está montado para decenas de miles de personas a la vez. Carpas de medidas trasatlánticas. Grandes espacios. Todo preparado en un pueblo normal que muta en locura para la avalancha de cada cuatro años. Una ciudad llena de carteles, banderas o posters, tanto en lugares públicos como en las casas particulares. En 30 años Les Sables d’Olonne se ha convertido en el referente mundial de la especialidad offshore de la vela. Los grandes maestros tienen aquí su Las Ventas.
Todo recuerda a una ‘fan zone’ de una final de la Champions, pero en vela… que ya tiene mérito. En la pasada edición de 2016 fueron más de 2,5 millones de personas las que dejaron su impronta en el Village. Este año todo es diferente en cifras, que no en espíritu. El ‘jodido’ Covid lo ha cambiado todo menos la pasión de una ciudad por su ‘hijo predilecto’ y sus regatistas extremos. En las dos semanas que el Village ha estado abierto antes de que fuera cerrado a cal y canto han pasado 250.000 personas. Y eso que llegaron a una restricción de 5.000 personas por día. Querían bajarlo a mil, pero pensaron que para que hubiera tortas por entrar, mejor cerrarlo del todo. Y así está ahora. Un erial.
Y así, mientras los equipos de tierra dan los últimos toques a los 33 barcos que van a competir en la novena edición de la prueba, en la zona pública los operarios se afanan en desmontar toda la parafernalia que rodea a la que es considerada como la segunda prueba deportiva más importante que se hace en Francia, sólo superado por el majestuoso Tour de Francia.
Este mismo jueves se ha lanzado un comunicado desde las autoridades de la prefectura de la Vendée en la que se va a prohibir el domingo entre las 7 y las 11 de la mañana, la hora de salida de los barcos al mar y cuando se producen las mayores aglomeraciones para animar a los héroes, andar o conducir por los puntos estratégicos de la localidad sede de la carrera. Así, que nada de ir a la majestuosa Gran Playa o al dique a despedir a los regatistas de los que, por cierto, este año se bate el récord de participación femenina con seis mujeres luchando por ser historia de la épica prueba.
Va a ser una Vendée Globe diferente, sin duda. Pero será un paréntesis, nunca un obstáculo para el crecimiento de la competición. Un nueva muesca que poner en historia de la regata, algo que con los años y la superación del desasosiego actual quedará en pura anécdota. Esta ‘locura’ está, en cierto modo, por encima del Covid. Los 33 barcos que se presentan en la línea de salida suponen un espaldarazo a la disciplina y al modelo de competición. Esto funciona. Más de la mitad de los patrones, 18, compiten por primera vez. Toda una garantía de relevo generacional, aunque alguno como el finés Huusela se estrena con su ‘Stark’ a los 57 años… Nunca es tarde.
Y otro dato que mantiene en todo lo alto el éxito del modelo. En la salida solitaria de la mejor prueba del mundo en solitario habrá hasta 19 barcos equipados con foils. Una tecnología que se va imponiendo pese a los riesgos que supone el ‘ir volando’ por los mares cercanos a la Antártida. Y es que quién se resiste a correr más aunque tu seguridad vaya en ello. Que de eso se trata, de volar… El récord lo estableció en 2017 Armel Le Cléach, que no compite en esta edición, con su Banque Populaire. Dio la vuelta al mundo en 74 días, 3 horas y 35 minutos. Este año se cree que se batirá este registro y que puede quedar por debajo de los 70 días. Pero todo son grandes dudas. La tecnología va más deprisa que las predicciones y las estadísticas. No se sabe a ciencia cierta qué pueden dar estos pura sangre en el barro del sur del mundo. Pero lo que es evidente es que ganará el más regular, el que sea capaz de ir deprisa y seguro por más tiempo, el que menos inconvenientes sufra durante el periplo.
Va a ser una Vendée Globe diferente, sin duda. Pero será un paréntesis, nunca un obstáculo para el crecimiento de la competición. Un nueva muesca que poner en historia de la regata, algo que con los años y la superación del desasosiego actual quedará en pura anécdota. Esta ‘locura’ está, en cierto modo, por encima del Covid. Los 33 barcos que se presentan en la línea de salida suponen un espaldarazo a la disciplina y al modelo de competición. Esto funciona. Más de la mitad de los patrones, 18, compiten por primera vez. Toda una garantía de relevo generacional, aunque alguno como el finés Huusela se estrena con su ‘Stark’ a los 57 años… Nunca es tarde.
Y otro dato que mantiene en todo lo alto el éxito del modelo. En la salida solitaria de la mejor prueba del mundo en solitario habrá hasta 19 barcos equipados con foils. Una tecnología que se va imponiendo pese a los riesgos que supone el ‘ir volando’ por los mares cercanos a la Antartida. Y es que quién se resiste a correr más aunque tu seguridad vaya en ello. Que de eso se trata, de volar… El récord lo estableció en 2017 Armel Le Cléach, que no compite en esta edición, con su Banque Populaire. Dio la vuelta al mundo en 74 días, 3 horas y 35 minutos. Este año se cree que se batirá este registro y que puede quedar por debajo de los 70 días. Pero todo son grandes dudas. La tecnología va más deprisa que las predicciones y las estadísticas. No se sabe a ciencia cierta qué pueden dar estos pura sangre en el barro del sur del mundo. Pero lo que es evidente es que ganará el más regular, el que sea capaz de ir deprisa y seguro por más tiempo, el que menos inconvenientes sufra durante el periplo.
Y entre ellos estará Didac Costa, el único representante español en una regata con marcado acento galo. Se marcha con comida liofilizada para 100 días, lejos de los primeros, el catalán afronta con su ‘One Planet One Ocean’ su segunda Vendée Globe con uno de los barcos más viejo de la flota (2000) y con un presupuesto bajísimo, pero con tres cosas que le van a empujar como un portante: ilusión, solidaridad y experiencia. La ilusión de un bombero que ha querido volver a Les Sables a cualquier precio. A un precio tan alto como el de no haber podido competir en una regata oceánica desde que cruzara decimocuarto la meta de la Vendée en 2017 en 108 días. La solidaridad de la gente que con ‘microdonaciones’ (algunas de sólo 20 euros) le ha ayudado a completar su pírrica cuenta bancaria en la que se exprime hasta el último euro . Y con la experiencia de la anterior edición con el mismo barco al que se ha pasado cuatro años, sin descanso “sólo he tenido un par de tardes libres en cuatro años”, dice, haciendo modificaciones como la eliminación de las orzas laterales cruzando los dedos para no tener que hacer mucho rumbo cerrado.
Fuente: Nauta 360