Por Lorena Franceschetti
Fue construido en 1951 en los astilleros Claude de la ciudad de tigre. Tiene casi 11 metros de eslora y hoy su originalidad es casi total.
En 2016 tuvimos la posibilidad de navegar en este barco clásico presentado en excelentes condiciones de mantenimiento. Se trata del “Rodney II”, un esbelto crucero de madera construido hace 69 años en los “Astilleros Claude”, una familia de varios primos de larga tradición náutica. El barco brilla con luz propia y su estructura de lapacho, como el cedro de los interiores, están relucientes como en antaño.
En aquella oportunidad navegamos hasta el arroyo “Pajarito”, donde fondeamos y compartimos un refresco con Bernardino, su propietario, con quien hicimos una nota para Paralelo Cero TV y también una sesión de fotos para esta revista. Entre otras cosas, nos comentó:
PCM: ¿Bernardino, como aparece el barco en tu camino?
B: Lo encontré porque andaba buscando algo como esto, que fuera para desplazamiento, que tuviera ciertas comodidades sin ser un barco muy grande y este es especial para nuestros ríos.
PCM: ¿y cómo estaba?
B: Estaba abandonado y deteriorado, le tuve que hacer algunas cosas para que sea navegable. Se trabajó en algunos rumbos, le corregimos el motor y ahora tiene un Yanmar 0km Diésel de última generación.
PCM: ¿Cuándo duraron los trabajos?
B: El proceso de restauración fue desde el 2011 hasta el 2014. Quise volver a recuperar e espíritu que tenía manteniendo el confort y la modernidad que nos permite la tecnología hoy.
PCM: ¿En cuanto a la originalidad?
B: Tiene un 70% de originalidad en cuanto a su diseño y líneas de origen. En el tipo de materiales, no dimos cuenta al desármalo que no era una modificación, eran originales.
PCM: ¿Cómo son las comodidades interiores?
B: Tiene un salón amplio con una mesa que se extiende, donde pueden comer 6 personas tranquilamente. La timonera cuenta con asiento doble que se rebate, en la cabina hay dos cuchetas con la cocina enfrentada y en proa el baño.
Algunos detalles que nos llamó la atención, es una heladera “vintage” en su interior, que no desentona con las madera de revestimientos y mobiliarios.
En cuanto a las modificaciones exteriores, se achicó la carroza y el techo del salón. De esa manera permitió ampliar al paso por bandas a proa. En este lugar, le sienta muy bien un tragaluz con ventanas que no venía de astillero.
Dentro de un clima cálido, aroma a madera, y un navegar placentero, terminamos una de esas jornadas en la cual realmente disfrutamos del río. Los barcos clásicos siempre nos proponen un viaje al pasado, donde podemos rememorar los viejos tiempos de la náutica, y el “Rodney II”, no fue la excepción.